En medio de un gran dispositivo de seguridad de 13.000 efectivos policiales y con el trasfondo de la crisis política del país anfitrión, Perú, los líderes del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC) inician este jueves en Lima una cumbre que tiene una doble peculiaridad. De un lado reunirá en público y privado al presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y su homólogo chino, Xi Jinping. Por el otro, las deliberaciones buscan anticiparse al cambio de era que supone el retorno a la Casa Blanca de Donald Trump, quien tiene a Pekín como blanco de una futura guerra comercial que los analistas consideran inevitable.
La cita, que se ha iniciado a nivel ministerial, concluye el próximo sábado. En su transcurso se debatirán cuestiones relacionadas con el comercio multilateral, la digitalización y la sostenibilidad, así como la necesidad de compatibilizar las metas de crecimiento con la reducción de las desigualdades sociales. Se sabe de antemano que todo planteamiento sobre asuntos vinculados al medio ambiente será rechazado de plano por Estados Unidos en la próxima reunión de ese foro.
La APEC agrupa a 21 economías que representan el 60% del PIB mundial. Sus decisiones tienen impacto más allá de ese espacio. La presencia de Biden y Xi Jinping es un indicador de la importancia del encuentro del cual también participan el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; el presidente de Corea del Sur, Yoon Suk Yeol; el primer ministro de Japón, Shigeru Ishiba; el presidente de Indonesia, Prabowo Subianto; el primer ministro de Singapur, Lawrence Wong; el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim; el primer ministro de Australia, Anthony Albanese; el presidente de Vietnam, Luong Cuong, y su colega chileno, Gabriel Boric.
El viceprimer ministro ruso, Alexéi Overchuk, aterrizó en Lima en representación de Vladímir Putim. «La APEC es una estructura no politizada y estamos tratando de que así se mantenga», dijo, en alusión a las posiciones de sus integrantes sobre la guerra en Ucrania.
Biden y el líder chino son esperados este mismo jueves en una capital peruana saturada de policías, helicópteros y vehículos blindados. La ciudad ha sido en las vísperas objeto de protestas contra la impopular presidenta, Dina Boluarte, cuyo nivel de aprobación es de 10 puntos. La presidenta peruana tiene al margen de la cumbre un encuentro privado con Xi que, más allá de las formalidades diplomáticas, impacta en las propias proyecciones de la APEC de cara al próximo Gobierno de Trump. Ambos inaugurarán en el Palacio Pizarro, la sede del Ejecutivo, y de manera virtual, el megapuerto de Chancay, ubicado 75 kilómetros al norte, y que contó con una financiación china de unos 3.500 millones de dólares.
Record de intercambio comercial
Xi Jinping publicó un artículo en el diario oficial ‘El Peruano’ donde sostiene que la infraestructura será «un verdadero camino de prosperidad» porque permitirá reducir a 23 días el viaje marítimo de Perú a China, ahorrándose más del 20% del coste logístico. A su vez, generará 8000 empleos e ingresos anuales de 4.500 millones de dólares. Chancay servirá no solo para «fomentar» y profundizar el acuerdo de libre comercio bilateral, sino las relaciones económicas entre el gigante asiático y América Latina.
El megapuerto es observado por los analistas como una prueba material de aquello que ha desvelado a Washington más allá de que gobiernen demócratas o republicanos: la creciente influencia china en Latinoamérica. El intercambio comercial entre Pekín y la región alcanzó en 2023 un récord de 489.047 millones de dólares, y representó el 8,2% de las importaciones y exportaciones de China al mundo. Se estima que este año se romperá la barrera de los 500.000 millones de dólares. Brasil es el principal socio comercial de China en América Latina, y Perú ocupa la segunda posición. La inversión directa de China en la región fue el año pasado de 8.748 millones de dólares.
Estas cifras provocan una reiterada preocupación en el liderazgo norteamericano. Se espera que Trump enfrente la situación con una política exterior más agresiva.
El encuentro Biden-Xi
Con este telón de fondo se verán por tercera vez Biden y su par chino. En abril hablaron por teléfono. La reunión privada en Lima permitirá, según se informó, realizar un balance sobre la manera en que se ha gestionado una rivalidad global, al menos hasta el 20 de enero, cuando comenzará el período republicano.
La gestión de Biden estuvo atravesada por fuertes tensiones con Pekín que, señalan los conocedores, nunca cortaron los canales de diálogo. El asesor de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, informó que, además de los espinosos asuntos bilaterales, los líderes seguramente conversarán sobre asuntos candentes de la actualidad. «El presidente ha demostrado que Estados Unidos y (la República Popular China) pueden gestionar nuestras diferencias y evitar que la competencia derive en conflicto o confrontación, y lo ha hecho garantizando el mantenimiento de líneas de comunicación abiertas», dijo Sullivan. Se supone que no quedarán al margen de la agenda la invasión de Rusia a Ucrania, con la presencia de soldados norcoreanos como fuerza de choque de Moscú, así como la cuestión de Taiwán. Washington ha reclamado mayor ayuda china para poner freno al flujo de ingredientes que producen el fentanilo, la principal causa de sobredosis por drogas en territorio norteamericano. «Parte de lo que comunicará el presidente Biden es que necesitamos mantener la estabilidad, la claridad y la previsibilidad a través de esta transición entre Estados Unidos y China», añadió el asesor.
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En octubre pasado, la Administración demócrata tomó medidas para limitar las inversiones de capital estadounidense en China en inteligencia artificial, computación cuántica y semiconductores. Las restricciones comenzarán a regir en coincidencia con el inicio de la gestión de Trump. Biden también había aumentado los aranceles a más productos procedentes del gigante asiático.