Viví en la adolescencia momentos apasionantes, cuando en la valoración moral de las películas que se desataban, en aquella España repugnante, como en el momento en que me siento ahora, los curas (son los mismos, pero con la etiqueta actualizada) y los Los guardianes subvencionados del bien común califican en el cine con un 3 (con reparaciones) o un 4 (muy peligroso). Estos calificativos registran erecciones prematuras en mis ganas de pescar. Y luego no pasó nada, después de contar el pecado usando ocurrencias. El placer y la satisfacción sólo pueden ocurrir en tu imaginación, o con la chica con la que sueñas, si quieres, en la vida real. No en la mente onanista de los censores asquerosos. Y vivimos tiempos que no se salvan ya de la censura, si no, lo que es mucho peor, de la autocensura pensando en la supervivencia.
Incluyendo personas inteligentes y buscadoras, pero con intereses terrenales, intentan hacer crecer sus mentes conectándose a la granja. Y dicen, con grotesco cinismo, que no lo hacen por su santo nombre ni por el bien de su conciencia. A menos que por eso no tengan dudas sobre quiénes son buenos y malos. Por supuesto, ellos son los buenos. ¿Qué hará si cambias el clima? Puedes imaginarte adaptándote, ganándote la vida durante la jubilación. Sólo Espartaco es glorioso en la ficción o la utopía. Sus descendientes mienten.
Y siento el shock que me produce el estado de las cosas mientras aparecen en la pantalla del televisor reclamos publicitarios de las plataformas que nos ofrecen felicidad con el mínimo dolor, preguntándome en Netflix: ¿los has disfrutado?, ¿estás cansado de verlos? Ah no, es mío. La historia no es literal, pero lo cortés y comprensivo está en Netflix. También me eclipsó la calificación que suscitaban los espectadores en las películas exhibidas por Filmin. Hay que echarle huevos. La que menos, obtiene un 4.
Y después de mucho esfuerzo, te convertirás en un maestro del cine. Se ató al final de la asquerosa. Sucesión, Radiología de los amantes del universo. Les pediría que se dieran una oportunidad desde el primer e indeseable contacto con estos abortos superpoderosos. Y también vio la enfermiza oda de los peluches. Qué grima las plataformas. Como la vida política. Como la vida actual. Y Antigua fue asco, pero el año fue oro.
Puedes seguir EL PAÍS Televisión en X o regístrate aquí para recibir nuestro boletín semanal.
Regístrate para seguir leyendo
lee sin limites
_